El mito de 'Las Cuentas del Gran Capitán'

 

“Desearíamos que otro más afortunado encontrara justificada con documentos la tradición común acerca de las Cuentas del Gran Capitán”.

D. Modesto Lafuente:  “Historia General de España”, Parte Segunda Edad Media, Libro IV Los Reyes Católicos, Capítulo XXIII El Rey Católico y el Gran Capitán, Segunda regencia de Fernando, De 1506 a 1507.

1.       Presentación.

Es de muchos conocido el mito de las Cuentas del Rey Don Fernando II de Aragón en su segunda regencia del Reino de Castilla, en el año MDVI, con Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado por su excelencia en el arte de la guerra el Gran Capitán, de los gastos habidos en la Segunda Campaña de Italia.

“(…) Y cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.”





Estas páginas exponen la hipótesis de que fue en el Real Museo Militar de Artillería  donde se inició la divulgación del conocido Descargo de las legendarias Cuentas del Gran Capitán, en el siglo XIX, y que durante la segunda mitad del siglo XX el Museo del Ejército dio continuidad a la misma con uno de sus fondos expuestos.

El “schwerpunkt” de este razonamiento es una hoja impresa del siglo XIX encabezada con ‘CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN’ y sello del Real Museo Militar de Artillería, que hemos adquirido a un anticuario, y del no descartamos sea el único ejemplar que se conserva.

Esta es una de las anécdotas que más ha gustado a la fantasía española, porque el gesto de Gonzalo, con cuanto tiene de arrogancia y desplante, de fino humor y amarga ironía, encajaba plenamente en la psicología de su pueblo. Y como ocurre en España con todos los relatos ingeniosos, la fantasía, cuando se apoderó de él, lo fue completando. [D. Luis María de Lojendio: “Gonzalo de Córdoba” (1942)].

2.       Un impreso con sello del Real Museo Militar de Artillería.

Nuestra biblioteca particular se honra con el original de un impreso, que datamos en el  primer tercio del siglo XIX, titulado "CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”; tiene una marca de sello de caucho del Real Museo Militar de Artillería.

Es el testimonio más antiguo que conocemos del legendario Descargo que termina con la partida “Cien millones por mi paciencia en escuchar, ayer, que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un Reino”.

No es descartable que fuese impreso en el Real Museo Militar (1803 – 1816), y posteriormente estampillado en el Real Museo de Artillería (1816 -).

31 Museo Militar de Artillería: original de un impreso titulado "CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN” (siglo XIX);  31 x 19 cm, tres marcas de dobleces horizontales, puntas tocadas, rasgados en extremos de las líneas de las dobleces, manchas tenues.

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CUENTAS DEL  GRAN CAPITÁN

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CARGO

Por los libros que produjeron resultaba Gonzalo alcanzado en grandísimas sumas; más él trató aquella demanda con alto desprecio, y se propuso dar lección severa, así a los Tesoreros como al Rey, de la manera con de debían tratar y considerar a un conquistador de reinos.

Respondió con suma indiferencia y serenidad, que al día siguiente vendría preparado y presentaría él sus cuentas, por las cuales se vería cuál era el alcanzado si él ó el Fisco, que le reclamaba ciento treinta mil ducados remitidos por primera partida, ochenta mil pesos por la segunda, tres millones de escudos por la tercera, once millones de escudos de cuarta, tres millones de escudos de quinta y así por este estilo seguía relatando el grave, gangoso y cortado Secretario que autorizaba un acto tan importante y serio.

DESCARGO

Efectivamente, el gran Gonzalo cumplió su palabra, y al presentarse en la segunda audiencia , sacó el voluminoso libro en que llevaba apuntados sus descargos, que principió á leer en alta y sonora voz, para que pudiese tomar razón, del siguiente modo

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las Armas Españolas.

Cien millones en picos, palas y azadones.

Cien mil ducados en pólvora y balas.

Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar á las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.

Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso contínuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.

Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate.

Millón y medio de ídem para mantener prisioneros y heridos.

Un millón en misas de gracias y Te-Deum al Todo-poderoso.

Tres millones en sufragios para los muertos.

Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías y…………

Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.

3.       El mito de las “Cuentas del Gran Capitán”.

·        Reinando Felipe II, se publicaron varias Crónicas del Gran Capitán, de autores italianos y españoles.  

Algunas aluden a las famosas Cuentas con que se dice que el Gran Capitán trató de justificarse de las enojosas exigencias del Rey Católico y de sus tesoreros, hallándose al fin de la segunda campaña aquel Monarca en Nápoles; y coinciden en que Gonzalo presentó un librillo con un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y vergüenza al Rey y á todos mucha risa”, leyó dos (2) descargos, y fue interrumpido porque “entendida del Rey la argucia, mandó poner silencio al infame negocio.

·        Se escribieron dos (2) comedias para ser representadas en el teatro con el título “Las Cuentas del Gran Capitán”:

 

 ·        Reinando Felipe IV la primera, por un anciano Lope de Vega.

En el Acto III, durante una disparatada conversación de dos Contadores con Diego García de Paredes y “El Capitán”, éste saca un papel [Memoria de lo que tengo gastado en estas conquistas, que me cuestan sangre y sueño, y algunas canas también] y argumenta varias partidas de descargo, hasta que el Rey interviene y da fin a la controversia.

·        Reinando Carlos II, el joven oficial de Caballería José de Cañizares escribió una comedia famosa y disparatada, plagio descarado de la comedia de Lope de Vega del mismo título y a la que suplantó por los gustos del público de entonces.

Reinando Fernando VII, la comedia de Cañizares, aún muy popular, seguía representándose. En ella, Gonzalo finaliza su Descargo con estas aladas palabras: De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe”.  

·        Reinando Fernando VII, D. Manuel José Quintana publicó en 1807, en sus “Vidas de españoles célebres”, un libro muy reeditado durante el siglo XIX, y que casi dos siglos después aún se sigue leyendo: “Vida del Gran Capitán”.

  

Y nos dice: “(…) pero los historiadores de aquel tiempo lo aseguran,  la tradición lo ha conservado, se ha solemnizado en el teatro, y las cuentas del Gran Capitán han pasado en proverbio”.

·        Reinando Fernando VII circula un impreso de una página titulado “CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”, con marca del sello del Real Museo de Artillería.

Es el testimonio más antiguo que conocemos del legendario Descargo que termina con la partida Cien millones por mi paciencia en escuchar, ayer, que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un Reino”.

No es descartable que fuese impreso en el Real Museo Militar, y posteriormente estampillado en el Real Museo Militar de Artillería.

·        Reinando Isabel II, se publica en 1843 el primer catálogo del Museo Militar de Artillería; y en 1856 un segundo catálogo.    

  

Ambos catálogos dan noticia de que está a la vista del público un cuadro con las “célebres cuentas del Gran Capitán Gonzalo de Córdova”.

·        Reinando Isabel II, D. Modesto Lafuente y Zamalloa, que fue miembro de la Real Academia de la Historia, publicó su trascendental “HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA”.

  

Cita la biografía de 1807 escrita por D. Manuel José Quintana, atribuyéndole a él (duende las imprentas por medio) que En el Museo nacional de artillería de esta corte hay un impreso titulado ‘Cuentas del Gran Capitán’. En la parte que se llamaba de descargo se hallan anotadas las partidas siguientes: Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las Armas Españolas. (…) Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino”.

Es razonable suponer que se refiere al cuadro con copia de las célebres cuentas del catálogo de 1843 del Museo de Artillería.

·        Entre los fondos del Museo del Ejército está depositado un manuscrito pintado, datado en la primera mitad del siglo XX, que reproduce parcialmente las legendarias “Cuentas del Gran Capitán”, dividiendo entre cargos y descargos  los gastos generados por Gonzalo Fernández de Córdoba durante las campañas de Italia.

Fondo en el inventario del Museo del Ejército: CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN. Materia: papel, tinta, guache; Técnica: manuscrito, pintado; Datación: primera mitad siglo XX; Dimensiones: fondo completo, 57 cm, ancho 40,8 cm; Número de Inventario: ME[CE]38177.

Desconocemos si procede del Museo de Artillería. 

Estuvo expuesto al público durante años junto a un busto de Gonzalo Fernández de Córdoba en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, en la villa de Madrid, entonces sede del Museo del Ejército.

Reinando don Juan Carlos I, con ocasión del V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DEL GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, el Museo del Ejército, en su sede del Alcázar de Toledo, organizó en 2015 una Exposición Temporal en la que se  mostró al público ese manuscrito pintado de las Cuentas del Gran Capitán, en el espacio asignado a la ‘Segunda Campaña de Italia’.

·        Reinando don Juan Carlos I, en 1983, el  Subdirector, en funciones de Director, del Museo del Ejército [entonces con sede en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de la Villa de Madrid], entregó al Pleno del Tribunal de Cuentas una reproducción artística de las Cuentas del Gran Capitán obrantes en dicho Museo.

        

Con tal motivo se celebró un acto en el que el Presidente del Tribunal de Cuentas, D. José María Fernández Pirla, a quién estaba dedicado el pergamino, pronunció unas palabras de agradecimiento, procediendo seguidamente a glosar la figura del Gran Capitán.

Para dejar constancia del acto y las palabras dichas, el Tribunal de Cuentas editó en 1983 un libro: “Las Cuentas del Gran Capitán”.

El citado libro del Tribunal de Cuentas ha sido desde entonces una referencia bibliográfica habitualmente citada; en particular, con ocasión del V Centenario del fallecimiento de Gonzalo Fernández de Córdoba.

Por ejemplo, y en lo que afecta al Instituto de Historia y Cultura Militar, el libro del Museo del Ejército “CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN TEMPORAL “EL GRAN CAPITÁN”, editado en 2015 por el Ministerio de Defensa, cita como referencia bibliográfica en varias ocasiones el libro del Tribunal de Cuentas que comentamos, y la ponencia de su entonces presidente D. José María Fernández Pirla. 


4.       Un manuscrito pintado en los fondos del Museo del Ejército.

Entre los fondos del Museo del Ejército está depositado un manuscrito pintado, datado en la primera mitad del siglo XX, que reproduce parcialmente las legendarias “Cuentas del Gran Capitán”, dividiendo entre cargos y descargos  los gastos generados por Gonzalo Fernández de Córdoba durante las campañas de Italia.

41 Fondo en el inventario del Museo del Ejército: CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN. Materia: papel, tinta, guache; Técnica: manuscrito, pintado; Datación: primera mitad siglo XX; Dimensiones: fondo completo, 57 cm, ancho 40,8 cm; Número de Inventario: ME[CE]38177.

 Los datos se enmarcan en la parte superior por un friso con medallón central que alberga el retrato de busto del Gran Capitán. Dos robustas columnas laterales recorren en altura todo el documento.

Estuvo expuesto al público durante años junto a un busto de Gonzalo Fernández de Córdoba en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, en la villa de Madrid, entonces sede del Museo del Ejército.

Reinando don Juan Carlos I, con ocasión del V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DEL GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, el Instituto de Historia y Cultura Militar programó para 2015 diversas actividades, ciclos de conferencias, y publicaciones.

El Museo del Ejército, en su sede del Alcázar de Toledo, organizó en 2015 una Exposición Temporal, en la que se  mostró al público ese manuscrito pintado de las Cuentas del Gran Capitán, en el espacio asignado a la ‘Segunda Campaña de Italia’.

 

42 El Gran Capitán en el Salón de Reinos del Museo del Ejército, con el manuscrito pintado de “Las Cuentas”

43 Conferencias y catálogo de la exposición temporal que organizó en 2015 el Museo del Ejército para conmemorar el V centenario de su muerte

Ese fondo, con una explicación, se incluye en las páginas 258-259 del libro del Museo del Ejército “CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN TEMPORAL “EL GRAN CAPITÁN”, editado en 2015 por el Ministerio de Defensa [NIPO: 083-15-251-6; ISBN: 978-84-9091-066-5].

El texto del manuscrito pintado en ese fondo museístico, fechado en la primera mitad del siglo XX, es similar pero no idéntico al del impreso del siglo XIX antes citado con sello del Real Museo de Artillería; las partidas del Descargo son las mismas:

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CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN

“Cada paso del Gran Capitán, Don Gonzalo de Córdoba, fue un ataque y cada ataque, una victoria; su túmulo en el convento de los Gerónimos de Granada fue adornado con doscientas banderas y dos pendones por él ganadas.-

El odio de sus émulos, y particularmente de los tesoreros que el Rey Fernando tenía en el Reino de Nápoles en 1506, para adularle, indujéronle, celosos, para que residenciase a Gonzalo, sobre el empleo de las grandes sumas remitidas desde España para los gastos de la guerra en Italia; el Rey tuvo la flaqueza de consentirlo y aún de asistir a la conferencia.

CARGO

Por los libros que produjeron, resultaba Gonzalo en grandísimas sumas alcanzado; más él trató la demanda con alto desprecio y se propuso dar severa lección, tanto al Rey como a sus tesoreros, del trato y consideración debidos a un conquistador de Reinos.-

Con indiferencia y serenidad, respondió que al día siguiente y presentaría sus cuentas, por las cuales se vería si el alcanzado era él o el Fisco que le reclamaba.~

Ciento treinta mil ducados remitidos por primera partida.~

Ochenta mil pesos por la segunda.~

Tres millones de escudos por la tercera.

Once millones de escudos de cuarta.~

Trece millones de escudos de quinta.~~…

Y así el grave, gangoso, y cortado secretario, seguía relatando cargos por este estilo, dentro de un acto imponente y serio.

El Gran Capitán cumplió su palabra, y en la segunda audiencia sacó un voluminoso libro de sus descargos que principió a leer con alta y sonora voz, del siguiente modo:

DESCARGO

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las Armas Españolas.~

Cien millones en picos, palas y azadones.~

Cien mil ducados en pólvora y balas.

Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.~

Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas, destruidas con el uso continuo, de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.~

Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas en día de combate.~

 Millón y medio de ídem. para mantener prisioneros y heridos.~

Un millón en misas de gracias y Te-Deum al Todopoderoso.~

Tres millones en sufragios para los muertos.~

Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías y…

Cien millones por mi paciencia en escuchar, ayer, que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un Reino.~

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Estas son, pues, extractadas, las célebres cuentas del Gran Capitán, que, originales, se conservan en un histórico y voluminoso expediente en el Archivo de Simancas.”

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5.       El Tribunal de Cuentas y el Museo del Ejército: un acto solemne en 1983.

Reinando don Juan Carlos I, el día 11 de octubre de 1983, el  Subdirector, en funciones de Director, del Museo del Ejército [entonces con sede en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de la Villa de Madrid], General Don Ezequiel Morala Casaña, acompañado por los Coroneles Don Antonio Caudevilla Monteserín y Don Emilio Serrano Lasalle, entregó al Pleno del Tribunal de Cuentas  una reproducción artística de las Cuentas del Gran Capitán obrantes en dicho Museo (Fondo en el inventario del Museo del Ejército: CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN. Materia: papel, tinta, guache; Técnica: manuscrito, pintado; Datación: primera mitad siglo XX; Dimensiones: fondo completo, 57 cm, ancho 40,8 cm; Número de Inventario: ME[CE]38177).

 

Con tal motivo se celebró un acto en el que el Presidente del Tribunal de Cuentas, D. José María Fernández Pirla, a quién estaba dedicado el pergamino, pronunció unas palabras de agradecimiento, procediendo seguidamente a glosar la figura del Gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, y sus famosas Cuentas, con estas aladas palabras:

“Las Cuentas del Gran Capitán se hallan en el límite entre la historia y la leyenda. Como vamos a ver, parece que le fueron exigidas dos veces las cuentas al Gran Capitán, correspondiendo las que se refieren a este pergamino a una supuesta lectura que ha llegado por tradición oral, a juicio de los historiadores. Sin embargo, como lección histórica tienen un gran valor bajo un triple significado:

a)          Desde el punto de vista de la ortodoxia de la rendición de cuentas, la altanera ironía que entrañan representan precisamente lo que nunca debe hacer un cuentandante.

b)          Desde el punto de vista político evidencian la existencia de valores superiores a los contables o a los que la contabilidad es capaz de reflejar.

c)           Constituyen , por otra parte, una prueba del carácter español en el que, frente a la mezquindad, que tiene su origen en la envidia que como nacional ha sido calificado por [D. Gregorio] Marañón , opone la hidalguía, que con despectiva altivez rechaza el agravio que trata de inferírsele.

(…)”.

Transcurridos cuarenta años, y a petición nuestra, en la Biblioteca del Tribunal de Cuentas amablemente buscaron en junio de 2023 la reproducción artística entregada por el Museo del Ejército; pero sólo encontraron una fotografía de gran formato, cuya imagen aquí reproducimos.

 

  

51 Pergamino con reproducción artística del manuscrito pintado con las Cuentas del Gran Capitán obrante en los fondos del Museo del Ejército, cuyo General Director  entregó en 1983 al Presidente del Tribunal de Cuentas, D. José María Fernández Pirla.

52 Libro Las Cuentas del Gran Capitán .  José María Fernández Pirla; prólogo de José-Fernando Murillo Bernáldez; epílogo de Andrés Santiago Suárez Suárez. Editor: Madrid, Servicio de Publicaciones del Tribunal de Cuentas, 1983. Descripción física: 36 p. ; 24 cm. Depósito Legal: M. 40.324 - 1983

 Para dejar constancia del acto y las palabras dichas, el Tribunal de Cuentas editó en 1983 el  libroLas Cuentas del Gran Capitán”. Comienza con esta advertencia:

“Divagaciones y comentarios hechos en la Biblioteca del Tribunal de Cuentas mientras se buscan las del Gran Capitán, y no se encuentran.”

En el mismo, El Consejero del Tribunal de Cuentas D. Andrés Santiago Suárez Suárez apuntó:

“El control de eficiencia y economía no exime, sin embargo, del control contable y la legalidad, pues se trata de dos fases o niveles distintos de un mismo proceso de control, y por ende de carácter complementario y no sustitutivo. En las Cuentas del Gran Capitán se contiene un aparente conflicto entre los principios de legalidad y regularidad contable y los de eficiencia y economía, tratando de justificar el Gran Capitán su falta de sometimiento al primero de dichos principios [legalidad y regularidad contable] en base a los grandes éxitos alcanzados en el campo de batalla. A pesar de su lenguaje altanero e irónico, el Rey Fernando dio por buenas las explicaciones de Don Gonzalo Fernández de Córdoba, porque acaso lo que menos importaba en aquel solemne e histórico acto de rendición de cuentas eran precisamente las cuentas… Y porque, al fin y al cabo, los Reinos conquistados en Europa por el Gran Capitán bien valían ciento treinta mil ducados, ochenta mil pesos y veintisiete millones de escudos.

Pero en cualquier caso el Rey Fernando hizo lo que el Tribunal de Cuentas no hubiera podido hacer, mientras tanto el Gran Capitán no aportara los justificantes de los ‘cien millones en picos, palas y azadones’.”

“ Las Cuentas del Gran Capitán fueron rendidas; el busilis de la cuestión está en la forma de rendición en su contenido y en las circunstancias políticas de aquel entonces.”

El citado libro del Tribunal de Cuentas ha sido desde entonces una referencia bibliográfica habitualmente citada; en particular, con ocasión del V Centenario del fallecimiento de Gonzalo Fernández de Córdoba.


Por ejemplo, y en lo que afecta al Instituto de Historia y Cultura Militar, el libro del Museo del Ejército “CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN TEMPORAL “EL GRAN CAPITÁN”, editado en 2015 por el Ministerio de Defensa, incluye el estudio introductorio “LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN MÁS ALLÁ DEL MITO” (páginas 99 a 121), del profesor D. Hugo Vázquez Bravo. Ese trabajo cita en varias ocasiones el libro del Tribunal de Cuentas que comentamos, y la ponencia de su entonces presidente D. José María Fernández Pirla.

6.       Crónicas del Gran Capitán en el siglo XVI.

Don  Antonio Rodríguez Villa (1843 – 1912) fue bibliotecario perpetuo y académico de la Real Academia de la Historia.

Reinando Alfonso XIII, publicó en 1908 en la “Nueva Biblioteca de Autores Españoles” el libro “CRÓNICAS DEL GRAN CAPITÁN”, bajo la dirección de don Marcelino Menéndez Pelayo. Recopila varias crónicas, cartas y documentos sobre Gonzalo.

De cuando reinaba Felipe II, y sobre las “famosas Cuentas con que se dice que el Gran Capitán trató de justificarse de las enojosas exigencias del Rey Católico y de sus tesoreros, hallándose al fin de la segunda campaña aquel Monarca en Nápoles, el Sr. Rodríguez Villa cita la “Chrónica del Gran Capitán” impresa en Zaragoza en 1554, y añade que en análogos y muy parecidos términos se expresan la Crónica manuscrita, la de Paulo Jovio y otros escritores posteriores, que se copiaron unos á otros, tratando de este asunto.

En cambio, nada dicen de él [su compañero de armas y secretario en Italia]  Gonzalo Fernández de Oviedo [1448 – 1557] en su interesante ‘Diálogo’ que dedicó al Gran Gonzalo en sus ‘Batallas y Quincuagenas’, ni otros escritores coetáneos, que indudablemente, á haber sido cierto, hubieran citado este ingenioso rasgo”.

61 Crónicas del Gran Capitán / por Antonio Rodríguez Villa. Madrid, Librería Editorial de Bailly-Baillière e Hijos, 1908

 Las crónicas estudiadas coinciden en narrar, casi con las mismas palabras,  que Gonzalo “presentó un librillo con un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y vergüenza al Rey y á todos mucha risa”, leyó dos (2) descargos, y fue interrumpido porque “entendida del Rey la argucia, mandó poner silencio al infame negocio”.


“LAS CUENTAS” EN LAS CRÓNICAS DEL GRAN CAPITÁN (siglo XVI)

CRÓNICA POR PABLO JOVIO

 

LA VIDA Y CHRÓNICA DE GONZALO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, llamado por sobrenombre Gran Capitán: por Pablo Jovio, Obispo de Nozera. Agora traducida en nuestro vulgar. -1554 / Libro segundo de la vida del Gran Capitán.

Impreso en Florencia en 1550  el original en italiano; y en Zaragoza la traducción castellana, en 1554.

CRÓNICA MANUSCRITA

 

HISTORIA (manuscrita) DEL GRAN CAPITÁN GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, y de las guerras que hizo en Italia / Libro onceno de los hechos y hazañas de Gonzalo Hernández, Gran Capitán de España, contra los Reyes de Francia, en el cual se contienen las cosas que después de acabada la guerra y pacificado el reino sucedieron al Gran Capitán / XII. De algunas cosas que sucedieron estando el Rey en aquella ciudad.

Impresa en Zaragoza en 1554, y en Alcalá de Henares en 1584.

CRÓNICA GENERAL

 

CHRÓNICA DEL GRAN CAPITÁN GONZALO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA Y AGUILAR / Libro tercero de la vida y fin del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Aguilar y de Córdoba / III. De cómo el Rey D. Fernando fué á la ciudad de Nápoles, y del recibimiento que se le hizo.

Impresa en 1584.

«Había Gonzalo Hernández en aquellos días burlado de la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, á él enojosos y pesados y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como a juicio para que diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo de las rentas del reino, lo cual estaba asentado en. la tesorería, y mostrando ser muy mayor la entrada que no era lo gastado, respondió severamente que él traería otra escritura muy más auténtica que ninguna de aquéllas, por la cual mostraría claramente que había mucho más gastado que recibido, y que quería que se le pagase todo el alcance de aquella cuenta, como deuda que le debía la Cámara real. El día siguiente presentó un librillo con un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y vergüenza al Rey y á todos mucha risa. En el primero capítulo asentó que había gastado en frailes y en sacerdotes y religiosos, en pobres y en monjas, los cuales continuamente estaban en oración rogando á nuestro señor Dios y á todos los santos y santas que le diesen victoria, doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados secretamente dados á los espías, por diligencia de los cuales había entendido los designos de los enemigos é ganado muchas victorias, é finalmente la libre posesión de un tan gran reino.

Entendida del Rey la argutia, mandó poner silentio al infame negocio. Porque ¿quién sería aquél, si no fuese algún ingrato ó verdaderamente de baja é vil condición, que buscase los deudores y quisiese saber el número de los dineros dados secretamente de un tan excelente capitán?»

«Aconteció en aquellos días que los tesoreros del Rey trataron de pedir cuenta al Gran Capitán de las rentas de aquel reino. Fué negocio tan pesado, que el Gran Capitán estuvo en poco de se enojar de aquel negocio; mas recibió con alegre cara las cuentas del recibo y del gasto, y respondióles que él mostraría las cuentas del gasto y del recibo; y que les apercebía que le habían de pagar el alcance quél gastó que igualase al recibo, como deuda que la Cámara Real le debía. Otro día presentó un libro pequeño de memoria, en que puso muy gran silencio á los tesoreros, y al Rey muy grande afrenta, y á todos muy gran ocasión para reír y burlar del negocio. Y fue que asentó en la primera partida, que había gastado en frailes y en sacerdotes y en monjas y pobres, personas aceptas á Dios, los cuales continuamente estaban en oración rogando á Dios y á todos los santos y santas del cielo que le diesen victoria: ducientos mil y setecientos treinta y seis ducados y nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa y cuatro ducados, secretamente dados á las espías, por cuya diligencia había entendido los desinios y acuerdos de los enemigos y ganado muchas victorias, y finalmente un tan gran reino como era aquél.

Como el Rey vio las partidas y la respuesta del gasto, mandó que no se hablase más en ello, porque era muy infame al Rey. Porque ¿quién sería aquel que quisiese averiguar y saber el número de los dineros dados y á quién, y como dados por mano de un tan excelente capitán, si no fuese ingratísimo?»

«Había Gonzalo Hernández en aquellos días, burlado de la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, y á él enojados y pesados, y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como á juicio para que diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo asentado en la tesorería; y mostrando ser muy mayor la entrada que no era lo gastado, respondió muy severamente que él traería otra escritura muy más auténtica que ninguna de aquéllas, por la cual mostraría clara y patentemente que había mucho más gastado que recibido, y que quería que le pagasen todo el alcance de aquella cuenta, como deuda que le debía la Cámara Real. El siguiente día presentó un librillo y con un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y al Rey, y á todos mucha risa.

En el primer capítulo asentó que había gastado en frailes y sacerdotes, religiosos y en pobres y monjas, los cuales continuamente estaban en oración rogando á Nuestro Señor Jesucristo y á todos los santos y santas, que le diesen victoria, doscientos mil y setecientos treinta y seis ducados y nueve reales. En la segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa y cuatro ducados á las espías, de los cuales había entendido los designos de los enemigos, y ganado muchas victorias, y finalmente la libre posesión de un tan gran reino.

Entendida del Rey la argucia, mandó poner silencio al infame negocio; porque quién sería aquél, si no fuese algún ingrato, ó verdaderamente de baja ó vil condición, que buscase los deudores y quisiese saber el número de los dineros dados secretamente de un tan excelente capitán


7.       El Museo de Artillería, las 'Cuentas del Gran Capitán', y don Modesto Lafuente.

Reinando Fernando VII, D. Manuel José Quintana (1772 - 1857) publicó en sus “Vidas de españoles célebres un libro muy celebrado durante el siglo XIX, y que casi dos siglos después aún se sigue leyendo: “Vida del Gran Capitán” (1807).

 

Conocemos un impreso titulado “LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN” con marca de un sello del Real Museo Militar de Artillería. No descartamos que ese impreso lo fuese del Real Museo Militar (1803 – 1827), y que posteriormente se estampillase el sello en el Real Museo de Militar de Artillería (1827 – 1932).

Es el testimonio más antiguo que conocemos del legendario Descargo que termina con la partida “Cien millones por mi paciencia en escuchar, ayer, que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un Reino”.

Reinando Isabel II, el Museo de Artillería se trasladó del Palacio de Buenavista (1827 – 1841)  al Salón de Reinos del Palacio del Real Sitio del Buen Retiro (1841 – 1932).

En su nueva sede, continuando como Director el Coronel Gil de Palacio, y ante el gran incremento de fondos, se publica el primer catálogo del Museo Militar de Artillería (1843); y en 1856 un segundo catálogo de los objetos que contiene el Real Museo Militar a cargo del Cuerpo de Artillería.

Ambos catálogos dan noticia de que está a la vista del público un cuadro con las célebres cuentas del Gran Capitán Gonzalo de Córdova, expuesto donde están los efectos de guerra del ejército del pretendiente don Carlos María Isidro de Borbón, tras la Primera Guerra Carlista (1833 – 1840).

 

71 Museo Militar de Artillería de Madrid: breve relación de los efectos que contiene (1843). “Objeto 264 - Cuadro con las cuentas del Gran Capitán.”

72 Catálogo de los objetos que contiene el Real Museo Militar a cargo del Cuerpo de Artillería (1856). “Objeto 1559 – Otros que contienen copia de las célebres cuentas del Gran Capitán Gonzalo de Córdova.”

Reinando Isabel II, D. Modesto Lafuente y Zamalloa (1806 - 1866), que fue miembro de la Real Academia de la Historia, publicó su trascendental “HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA” (1850–1867).

 

De ella nos interesa su  Parte Segunda Edad Media, Libro IV Los Reyes Católicos, Capítulo XXIII El Rey Católico y el Gran Capitán, Segunda regencia de Fernando, De 1506 a 1507, editada en 1852, inspirada en la biografía antes citada del Sr. Quintana y en las Crónicas del Gran Capitán del siglo XV.

Don Manuel José Quintana.

Libro, Vidas de Españoles Célebres: EL GRAN CAPITÁN (1807)

Don Modesto Lafuente.

HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA (1851)

“(…) Esto no bastó sin embargo para que los tesoreros no prosiguiesen , en odio de Gonzalo y por adular al genio del Rey, las pesquisas fiscales con que ya anteriormente le habían amenazado . Quisieron tomarle residencia del empleo que había hecho de las sumas remitidas para los gastos de la guerra , y Fernando tuvo la miserable condescendencia de permitírselo , y aun de asistir a la conferencia. Ellos produjeron sus libros , por los cuales Gonzalo resultaba alcanzado en grandes cantidades; pero él trató aquella demanda con desprecio , y se propuso dar una lección , así a ellos como al Rey, de la manera como debía tratarse un conquistador . Respondió pues que al día siguiente él presentaría sus cuentas , y por ellas se vería quien era el alcanzado , si él o el fisco . Con efecto presentó un libro,  y empezó a leer las partidas que en él había sentado: Doscientos mil setecientos y treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas del Rey. – Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías. - Iba leyendo por este estilo otras partidas tan extravagantes y abultadas , que los circunstantes soltaron la risa , los tesoreros se confundieron, y Fernando avergonzado rompió la sesión, mandando que no se volviese á tratar más del asunto . Parece que se lee un cuento hecho a placer para tachar la ingratitud y avaricia del Rey; pero los historiadores de aquel tiempo lo aseguran,  la tradición lo ha conservado, se ha solemnizado en el teatro,  y las cuentas del Gran Capitán han pasado en proverbio. El Rey Católico no era ciertamente avaro, pues que a su muerte no se encontró en sus cofres con que enterrarle; pero su economía y su parsimonia tocaban a las veces, como en esta , en nimiedad y en bajeza. (…)”.

Hubo no obstante quien le hiciera una acusación, con la que se creyó indisponerle gravemente con el rey. Uno de los cargos que se hacían al Gran Capitán era que con su prodigalidad y magnificencia había derrochado los caudales públicos. Refiérese con este motivo, y está generalmente recibida por tradición la anécdota siguiente. Solicitaron algunos que se le tomasen las cuentas de las sumas invertidas en los gastos de la guerra. El rey tuvo la debilidad de condescender a que se presentasen los libros. Por ellos resultaba realmente alcanzado Gonzalo en muy considerables cantidades. Pero él, sin turbarse por eso, expuso que al día siguiente presentaría las suyas, y se vería quien alcanzaba, si el fisco o él. En efecto, al siguiente día presentó un libro, en que comenzó a leer partidas por el orden y de la especie siguiente: doscientos mil setecientos y treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas del rey.–Setecientos mil quatrocientos noventa y quatro ducados en espías. Seguían a estas otras no menos abultadas y extravagantes, de modo que asombrándose unos, riéndose otros, confundidos los tesoreros y denunciadores y avergonzado el rey, hizo éste suspender la lectura, y mandó que no se volviese a hablar del asunto. Gonzalo se había propuesto con este artificio dar una lección al rey y a sus acusadores de cómo debía ser tratado un conquistador. Las cuentas del Gran Capitán han pasado a ser un proverbio en España {7}.

Pero D. Modesto Lafuente, cuando termina la parrafada con su “Las cuentas del Gran Capitán han pasado a ser un proverbio en España ” inserta una nota al pie de página que nos interesa, pues cita al libro del Sr. Quintana, atribuyéndole a él (duende las imprentas por medio) que “En el Museo nacional de artillería de esta corte hay un impreso titulado ‘Cuentas del Gran Capitán’. En la parte que se llamaba de descargo se hallan anotadas las partidas siguientes: (…)”.

Es razonable suponer que se refiere al cuadro con copia de las célebres cuentas relacionado en el catálogo de 1843 del Museo de Artillería.

=> Comparemos las partidas de Cargo y Descargo para apreciar el plagio en las versiones que conocemos de las legendarias CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN desde principios del siglo XIX a mediados del siglo XX. Las tres tienen las mismas partidas de Descargo;  varía cómo se expone el Cargo, y en la sátira las dos más recientes discrepan de en dónde están las cuentas originales: 

“Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.”

Impreso en el Real Museo Militar de Artillería (s. XIX)

Don Modesto Lafuente.

HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA (1851)

Manuscrito en el Museo del Ejército (s.XX)

CARGO

Por los libros que produjeron resultaba Gonzalo alcanzado en grandísimas sumas; más él trató aquella demanda con alto desprecio, y se propuso dar lección severa, así a los Tesoreros como al Rey, de la manera con de debían tratar y considerar a un conquistador de reinos.

Respondió con suma indiferencia y serenidad, que al día siguiente vendría preparado y presentaría él sus cuentas, por las cuales se vería cuál era el alcanzado si él ó el Fisco, que le reclamaba ciento treinta mil ducados remitidos por primera partida, ochenta mil pesos por la segunda, tres millones de escudos por la tercera, once millones de escudos de cuarta, tres millones de escudos de quinta y así por este estilo seguía relatando el grave, gangoso y cortado Secretario que autorizaba un acto tan importante y serio.

DESCARGO

Efectivamente, el gran Gonzalo cumplió su palabra, y al presentarse en la segunda audiencia , sacó el voluminoso libro en que llevaba apuntados sus descargos, que principió á leer en alta y sonora voz, para que pudiese tomar razón, del siguiente modo

 

{7}. Quintana, Vida del Gran Capitán.

 

En el Museo nacional de artillería de esta corte hay un impreso titulado Cuentas del Gran Capitán.

En la parte que se llamaba de descargo se hallan anotadas las partidas siguientes:

“Cada paso del Gran Capitán, Don Gonzalo de Córdoba, fue un ataque y cada ataque, una victoria; su túmulo en el convento de los Gerónimos de Granada fue adornado con doscientas banderas y dos pendones por él ganadas.-

El odio de sus émulos, y particularmente de los tesoreros que el Rey Fernando tenía en el Reino de Nápoles en 1506, para adularle, indujéronle, celosos, para que residenciase a Gonzalo, sobre el empleo de las grandes sumas remitidas desde España para los gastos de la guerra en Italia; el Rey tuvo la flaqueza de consentirlo y aún de asistir a la conferencia.

CARGO

Por los libros que produjeron, resultaba Gonzalo en grandísimas sumas alcanzado; más él trató la demanda con alto desprecio y se propuso dar severa lección, tanto al Rey como a sus tesoreros, del trato y consideración debidos a un conquistador de Reinos.-

Con indiferencia y serenidad, respondió que al día siguiente y presentaría sus cuentas, por las cuales se vería si el alcanzado era él o el Fisco que le reclamaba.~

Ciento treinta mil ducados remitidos por primera partida.~

Ochenta mil pesos por la segunda.~

Tres millones de escudos por la tercera.

Once millones de escudos de cuarta.~

Trece millones de escudos de quinta.~~…

Y así el grave, gangoso, y cortado secretario, seguía relatando cargos por este estilo, dentro de un acto imponente y serio.

El Gran Capitán cumplió su palabra, y en la segunda audiencia sacó un voluminoso libro de sus descargos que principió a leer con alta y sonora voz, del siguiente modo:

DESCARGO

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las Armas Españolas.

Cien millones en picos, palas y azadones.

Cien mil ducados en pólvora y balas.

Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar á las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.

Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.

Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate.

 Millón y medio de ídem para mantener prisioneros y heridos.

Un millón en misas de gracias y Te-Deum al Todo-poderoso.

Tres millones en sufragios para los muertos.

Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías y…………

Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.

 

»Estas, pues, añade el citado impreso del Museo, son las célebres cuentas extractadas del Gran Capitán, que originales obran en poder del conde Altimira.»

Estas son, pues, extractadas, las célebres cuentas del Gran Capitán, que, originales, se conservan en un histórico y voluminoso expediente en el Archivo de Simancas.”



8.       En la Real Academia de la Historia.

Reinando Alfonso XIII, don  Antonio Rodríguez Villa publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia [Tomo 56 (1910), pp. 281-286] su estudio crítico “LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”, muy citado posteriormente como referencia bibliográfica.

Éste estudio trata de la adquisición por la RAH de un manuscrito de 1499 titulado “CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”, y describe un volumen custodiado en el Archivo de Simancas relativo a la segunda campaña y conquista del reino de Nápoles, comprensivo de los años de 1500 a 1503. Y concluye:

“(…) Las que no parecen por ninguna parte, ni hay esperanza de que se hallen, por no haber jamás existido real y oficialmente, son aquellas famosas Cuentas con que se dice que el Gran Capitán trató de justificarse de las enojosas exigencias del Rey Católico y de sus tesoreros, hallándose al fin de la segunda campaña aquel Monarca en Nápoles. Ni el dignísimo Jefe del Archivo de Simancas las ha visto, como hasta ahora se creía que en él se conservaban, ni nadie las conoce originales, ni es creíble que el Gran Capitán, respetuoso siempre con los Reyes, hubiese cometido semejante desacato, ni el Rey D. Fernando, dada la altivez y severidad de su carácter, hubiera tolerado semejante burla.

Hay, sin embargo, cierto fondo de verdad en esta tradicional conseja. Refiéranla con ligeras variantes las crónicas antiguas del ilustre Capitán y numerosas copias sueltas. Puede a este propósito decirse que si el hecho no fué cierto y oficial, mereció serlo, y lo fué, en nuestra opinión, de una manera oficiosa. Porque enojado y resentido aquel invicto caudillo de que los codiciosos tesoreros de S. A., acaso incitados por ella, le apremiasen continuamente á dar cuenta de los gastos hechos en la segunda conquista de Nápoles les presentó ó refirió de palabra aquellas irónicas y graciosas partidas de descargo, que tanto se celebraron entonces y perduran todavía ahora en nuestra memoria.

Añade las indagaciones de D. Modesto Lafuente, y copia sin citar la fuente lo escrito en la HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA sobre En el Museo Nacional de Artillería de esta Corte, hay un impreso titulado «Cuentas del Gran Capitán», donde se hallan las siguientes partidas de descargo: (…).»

Así, partida más ó menos, se han divulgado las copias de estas Cuentas, campeando en ellas la fantasía tradicional sobre un hecho que si no fué cierto oficialmente, como antes indicamos, acaso fué familiarmente ocurrido y comentado entre los íntimos capitanes y servidores de aquel portentoso genio, asombro de Europa, honor de España, vencedor de Ceriñola, de Garellano y de tantos y tan memorables hechos, de armas, que elevaron el patrio nombre al más alto grado de poderío y de gloria.” (sic).

9.       Comedias para se representadas en el teatro.

“(…) pero los historiadores de aquel tiempo lo aseguran, la tradición lo ha conservado, se ha solemnizado en el teatro,  y las cuentas del Gran Capitán han pasado en proverbio” [don José María Quintana, ‘EL GRAN CAPITÁN’ (1827)],

Son dos las comedias que hemos leído con el título “LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN” que fueron representadas en el teatro.

  

91 Las cuentas del Gran Capitán / Lope de Vega. En Madrid, 1638.

92 Las cuentas del Gran Capitán : comedia famosa / de don Joseph de Cañizares. En Valencia, 1763.

Reinando Felipe IV, frey Lope de Vega Carpio (1562 – 1635) escribió en su vejez una comedia anecdótica, “Las Cuentas del Gran Capitán”, publicada póstumamente, basada en el hecho histórico del viaje del Rey Católico a Nápoles en 1506, en el dicho vulgar de las cuentas de los gastos habidos por el Gran Capitán en la segunda campaña de Italia, y en las infundadas sospechas que Fernando tuvo de la lealtad de Gonzalo, y que fueron labrando en él hasta engendrar el desvío con que le trató en los últimos años.

Reinando Carlos II, el  joven oficial de Caballería don Joseph de Cañizares (1676-1750) escribió “Las Cuentas del Gran Capitán”, una comedia famosa y disparatada, y plagio descarado de la comedia de Lope de Vega del mismo título, a la que suplantó por los gustos del público.

Reinando Fernando VII, la comedia de Cañizares, aún muy popular, seguía representándose. En ella, Gonzalo finaliza su Descargo con estas aladas palabras: “De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe”.

LAS COMEDIAS DE  “LAS CUENTAS DEL  GRAN CAPITÁN”

Comedia: “Las Cuentas del gran Capitán”, de Lope de Vega (1562-1635).

Comedia “Las Cuentas del gran Capitán”, de Joseph de Cañizares (1676-1750).

Acto III.

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA: Diego García de Paredes, el Sansón extremeño; Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán; Fernando II de Aragón, El Católico; y dos Contadores.

Acto III. 

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA: Diego García de Paredes, el Sansón extremeño; Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán; Fernando II de Aragón, El Católico; Ascanio Colona; y, Don Fabricio.

(Sale el GRAN CAPITÁN y dos contadores. Descúbrese una mesa, silla, libros y recado de escribir.)

 

 

CAPITÁN Estos los papeles son.

CONTADOR          Y estos los libros, aquí se siente vuestra Excelencia.

GARCÍA   Y aquí he de tener paciencia: ¿papelejos? Pesia a mí. ¡Ved cómo se van sentando! ¡Ved los librazos que hojean!, que aquestas las hojas sean, que estuvieron relumbrando cuando este Reino ganó. ¿El Duque de Sesa, cielos, con tanta sangre y desvelos? ¿Y que la fama escribió por tan estraños caminos, su historia en libros de cuentas, y no con plumas atentas en sus anales divinos? ¡Ved, que Livio escribe aquí,    o que Cornelio discreto! Aunque ya pudiera ser, que aquí estuviese Cornelio; que en las cortes de los reyes hay muchos Tácitos destos. Mas no importa, que algún día, sino propios, estranjeros, escribirán tus hazañas y tus soberanos hechos. Siempre fue España infeliz en historias, siendo cuya espada dio a la pluma más levantados sujetos. El que está sentado allí, diera a Jenofonte griego, diera a Tranquilo romano materia a libros eternos; no a los de cuentas del Rey, porque no han de contar ellos valor, de quien tiembla el mundo, y que le ha dado tres reinos.

CONTADOR          Hácesele a Vueselencia cargo.

GARCÍA   Ya comienza el pleito.

CONTADOR             De seis mil escudos de oro, que en Valladolid le dieron; otros diez mil en Madrid, y veinte mil en Toledo. A Nápoles se enviaron con el Capitán Vivero ocho mil; y en Alejandría unos honrados hebreos.

GARCÍA   ¿Hebreos y honrados? Miente a pagar de mi dinero, aunque sus parientes sean. Porque después que pusieron a Dios en tantos trabajos; de manera los ha puesto, que no tienen en el mundo, honra, ciudad, rey ni reino. Y voto a Dios, que si tomo aquel librazo de enmedio, que le aturda la cabeza, porque honre el majadero a quien Dios quitó la honra. 

CAPITÁN Señor Contador, dejemos partidas de diez y veinte: ¿no hay suma?

CONTADOR           Aquí lo veremos, que por la plana de atrás suma este folio primero.

GARCÍA   ¿Hay mayor bellaquería?, ¿plana de atrás?, ¿qué es aquesto? ¿Cuándo Gonzalo Fernández volvió atrás?

CAPITÁN Dejad los pliegos, y vengamos a las sumas.

GARCÍA   Que palos diera yo en estos en las dos planas de atrás.

[CONTADOR] 2.º    Pues que gusta de saberlo vuestra Excelencia, señor, que bien se ve por sus hechos la cólera que ha tenido, suman los cargos docientos y sesenta mil escudos.

CAPITÁN No más.

[CONTADOR] 2.º    ¿Es poco?

CAPITÁN No creo que tal reino en todo el mundo se haya ganado con menos.

GARCÍA   Yo se lo voto a los diablos; y que sustento y dinero               se quitaba a cuchilladas, y que enemigos le dieron.

CAPITÁN También traigo yo papel: vayan, vayan escribiendo.

 (Saca un papel.)

GARCÍA   ¿Papel el gran Capitán? Acabose: vive el cielo, que quiere acabarse el mundo.

CAPITÁN (Lee.) Memoria de lo que tengo gastado en estas conquistas, que me cuestan sangre y sueño, y algunas canas también.

GARCÍA   Allá decía un discreto, que no venían por años, ni las canas ni los cuernos. Vese claro, pues el Sol tiene de edad lo que el tiempo, y se está tan boquirrubio, como cada día le vemos. La Luna está toda cana desde niña, y le salieron         

cuernos aquel mismo día.

CAPITÁN Primeramente se dieron a espías ciento y sesenta mil ducados.

CONTADOR           ¡Santos cielos!

CAPITÁN ¿Qué os espantáis? Bien parece que sois en la guerra nuevo. Más cuarenta mil ducados de misas.

[CONTADOR] 2.º    Pues, ¿a qué efeto?

CAPITÁN A efeto de que sin Dios no puede haber buen suceso.

GARCÍA   Y como, demás que entonces     andando todo revuelto, no se hallaba un capellán por un ojo.

CONTADOR           Al paso desto,           yo aseguro que le alcance.

CAPITÁN Como se va el Rey huyendo de tantas obligaciones,      quiero alcanzarle y no puedo. Más ochenta mil ducados de pólvora.

[CONTADOR] 2.º    Ya podemos dejar la cuenta.

GARCÍA   Bien hacen: temerosos son del fuego.

CAPITÁN Escuchen por vida mía. Más veinte mil y quinientos y sesenta y tres ducados, y cuatro reales y medio, que pagué a portes de cartas.

CONTADOR          ¡Jesús!

GARCÍA   ¡San Blas!

CAPITÁN Y en correos, que llevaban cada día a España infinitos pliegos.

GARCÍA   Vive Dios, que se le olvidan más de doce mil que fueron a Granada y a otras partes; y aún era tan recio el tiempo, que se morían más postas que tienen las cuentas ceros.

CAPITÁN Más de dar a sacristanes que las campanas tañeron por las vitorias que Dios fue servido concedernos, seis mil ducados y treinta y seis reales.

GARCÍA   Sí, que fueron infinitas las vitorias, y andaban siempre tañendo.

CAPITÁN Más de limosnas a pobres soldados, curar enfermos, y llevarlos a caballo, treinta mil y cuatrocientos y cuarenta y seis escudos.

CONTADOR          No solo satisfaciendo va vuestra Excelencia al Rey, más que no podrá sospecho pagarle con cuanto tiene. Suplícole que dejemos las cuentas, que quiero hablarle.

(Levántanse.)

CAPITÁN Pues García, ¿qué hay de nuevo?

GARCÍA   Que mandó prender el Rey a don Juan.

CAPITÁN Cierto.

GARCÍA   Tan cierto que lo vi con estos ojos.           

CAPITÁN La causa ya la sospecho: voyle a hablar de veras.         GARCÍA   Yo no quise hacer lo que suelo, que el Capitán de la Guarda es mi amigo y vuestro deudo. Pero aquestos contadores, no fuera bien, que al infierno fueran a contar, que yo los metí cuatro cuadernos destos de plana de atrás, dentro de los mismos sesos.

(Vanse los dos.)

CONTADOR          ¿Qué os parece?

[CONTADOR] 2.º    Que estoy maravillado de ver el gasto.        

CONTADOR           El Rey.

(Sale el REY DON FERNANDO.)

FERNANDO            Pues ¿qué hay de cuentas con el gran Capitán?

[CONTADOR] 2.º    Que las ha dado, mas yo no sé lo que con él intentas. De espías y de misas ha gastado más que le has dado. 

FERNANDO            Pues, ¿las misas cuentas?

CONTADOR          Dice que no hay sin Dios buenos sucesos.

FERNANDO            Tiene razón.

[CONTADOR] 2.º    Con un millón de excesos alcanza en dos partidas tan notorias, que solo en sacristanes que tañeron  a las fiestas, señor, de sus vitorias, seis mil ducados cuenta que les dieron,           sin más treinta y seis reales.        

FERNANDO            Justas glorias alegrías y fiestas merecieron.        [CONTADOR] 2.º    Pues de espías, señor, nos dio sumados.

FERNANDO            ¿Cuánto?

[CONTADOR] 2.º    Ciento y sesenta mil ducados. De pólvora es locura lo que cuenta.

FERNANDO            Debe de castigar malos deseos.

CONTADOR          Veinte mil y quinientos y sesenta y tres ducados cuenta de correos, y añade cuatro reales a esta cuenta para justificarla.

FERNANDO            Sus trofeos dan voces contra tanta envidia fiera.

CONTADOR           Si oyeras a García de Paredes contar, como las postas se morían, sospecho que le hicieras mil mercedes.

(…)

Descúbrense sentados Don Gonzalo, Ascanio y Don Fabricio junto á  una mesa, que tendrá algunos papeles y recado de escribir.

 

GONZALO.            Lee le cargo.

ASCANIO.               Dividiónos la obscura noche funesta.        

FABRICIO.               Raro engaño! y pues el Rey nos encarga esta asistencia, después::-

GONZALO.            Con quién hablo? el cargo os he dicho que se lea.

FABRICIO.               Ya os obedezco.

GONZALO.            Cuidado, que gasto poca paciencia.

FABRICIO.               Ciento y treinta mil ducados se so remitieron de letras de Valladolid.

GONZALO.            Es cierto.

FABRICIO.               Con el Capitán Requena ocho mil pesos; mal digo, ochenta mil.

 GONZALO.           Que lo sean, que para el buen pagador lo mismo es ocho, que ochentas adelante.

FABRICIO.               De Calabria, contribuciones y rentas montan tres Millones y once mil.

 GONZALO.           Jesu Christo, que flema! no hay suma?

 FABRICIO.              Sí señor, y aquí al pie de demuestra.

GONZALO.            Vamos a ver que resulta de alcance en aquestas cuentas.

FABRICIO.               Trece millones de escudos.

GONZALO.            Y no mas que esa miseria? mas se han comido las Tropas tanto tiempo á costa agena, y en País contrario; gracias a mi buena diligencia: el Libro.

Al paño DIEGO GARCÍA.        Qué es lo que veo? el Gran Capitán hojéa libros! serán las historias de sus azañas inmensas.

GONZALO.            También yo traigo papeles: escribid. Escribe D. FABRICIO en el Libro,

GARCÍA.  Yo les metiera en la cabeza los libros, y era data breve y recia.

GONZALO.            Memoria de lo gastado en conquistas, que me cuestan sangre, vigilias y sustos.

FABRICIO.               Ya está: diga Vuecelencia.

GONZALO.            Dos millones en espías.

ASCANIO.               Tanta suma?

GONZALO.            Y es pequeña: por falta de espías suelen perderse grandes empresas: era menester pagarlas, para que después volvieran, que no dan las victorias, le van abriendo las sendas.

FABRICIO.               Ya está.

GONZALO.            De pólvora y balas cien mil ducados.

FABRICIO.               Pudieran comprarse muchas.

 GONZALO.           Sabed, que aprovechamos las mesmas, que nos tiró el enemigo; tantas y tan grandes eran, que si no, gastasen tantas, que no tiene el Rey hacienda para pagarlas.

GARCÍA.  Yo sé, que si los dos de la mesa estuvieran en filas, tan de espacio no estuvieran.

GONZALO.            En guantes de ambar diez mil ducados.

FABRICIO.               Habláis de veras?

GONZALO.            Escriba lo que le digo: pues después de una refriega, en que veinte o siete mil muertos en el Campo quedan, y encima de ellos nosotros, para evitar que nos diera una peste el mal olor, fue justa providencia darles guantes, y que ya no coman, que no olieran? Usted, señor Comisario, nunca ha olido carne muerta?

FABRICIO.               No señor.

GONZALO.            Bien se conoce: prosiga Ciento y setenta mil ducados en aderezos de campanas.

ASCANIO.               Esta es nueva práctica.

GONZALO.            Si cada día una victoria celebran del Rey, se dieron tal prisa los Sacristanes á hacerlas pedazos, que fue preciso renovar á las Iglesias las antiguas, y aun hacer para el caso algunas nuevas.

GARCÍA.  Y no se cuentan los tiros, que en las salvas se revientan.

GONZALO.            Para emborrachar a las Tropas el día de la pelea, medio millón de aguardiente.

FABRICIO.               Prevención extraña.

GONZALO.            Y cuerda: pues cómo quería usted, que la cara descubierta fueran á beber la muerte, porque un hombre se lo ordena, hombres comunes (que al noble es su honra el que le lleva) sino es estando borrachos? que en su juicio no lo hicieran.

ASCANIO.               Dicen bien. 

GARCÍA.  Ir á morir, ahí es una vagatela.

GONZALO.            La cura de los heridos prisioneros de una guerra tan larga, millón y medio, y otros dos, porque nos diera Dios buena fortuna, en Misa, que sin Dios nada se acierta: tres millones en sufragios.

FABRICIO.               Sufragios?

GONZALO.            Pues el que queda muerto, no basta que haya pasado con las miserias de Soldado, un Purgatorio en vida que es tan molesta?

ASCANIO.               Bien decís.

Al paño del Rey.  REY.            Aquí está el Duque [de Alanzón]; la hora de embarcarnos llega, y he de llevarle conmigo.

FABRICIO.               Señor, ya crece la cuenta tanto, que alcanzáis al Rey en mucho caudal.

GONZALO.            Aún queda más: poned ahí cien mil cuentos.

FABRICIO.               De qué, señor?

Levántase, y arroja la mesa.

GONZALO.            De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe::-

Sale el Rey.

REY.        Así es verdad: pero he querido que vean vuestra integridad aquellos, que de acusaros no dexan: treinta mil pesos os doy sobre Nápoles de renta.

GONZALO.            Señor, con que por servido os deis, tengo harto.

(…)

 

 

Siendo María Cristina de Habsburgo-Lorena la reina regente de su hijo Alfonso, don Marcelino Menéndez Pelayo (1856 – 1912) estudió y comparó ambas comedias en su obra “Estudios sobre el teatro de Lope de Vega”.


Comentarios de D. Marcelino Menéndez Pelayo a las comedias para ser representadas en el teatro de título

“LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”

COMEDIA DE LOPE DE VEGA, s. XVII

COMEDIA DE JOSÉ DE CAÑIZARES, s. XVIII

Las cuentas del Gran Capitán, escrita en la vejez de Lope de Vega, no sólo tiene la corrección de estilo propia de sus últimas obras, sino una acción bastante sencilla, que en realidad se concreta a un momento solo de la vida de Gonzalo.

Lope comprendió esta vez que las grandes campañas de su héroe, la conquista de Nápoles, los triunfos de Ceriñola y el Garellano, que cambiaron la faz del arte de la guerra en el Renacimiento, no eran materia dramática, sino épica.

Prescindió, pues, de batallas y asedios, y en vez de una comedia de espectáculo, hizo una comedia anecdótica, basada en el dicho vulgar de las cuentas , en el hecho histórico del viaje del Rey Católico a Nápoles en 1506, y en las infundadas sospechas que tuvo de la lealtad de Gonzalo, y que fueron labrando en él hasta engendrar el desvío con que le trató en los últimos años.

El fondo histórico de esta comedia, que se reduce a la entrada del Rey en Nápoles, puede estar tomado de la Crónica llamada las dos Conquistas del reyno de Nápoles,  voluminosa compilación de autor anónimo, que por un fraude editorial fué atribuida a Hernán Pérez del Pulgar, autor de otra crónica o más bien breve suma de los hechos del mismo glorioso caudillo.

 Las Cuentas son una invención vulgar, pero, según acontece con todas las anécdotas famosas, tiene ésta cierto valor simbólico como censura de la parsimonia y suspicacia del Rey Católico, y pudo tener algún fundamento en quejas que ciertos oficiales del Tesoro presentasen contra Gonzalo.

De todos modos, el origen de la conseja no puede ser más sospechoso, siendo el primero que alude a ella un historiador de tan poca conciencia y veracidad como Paulo Jovio.

La escena de las cuentas es la culminante y la mejor de la obra de Lope, que parece compuesta exclusivamente para ella. Está llena de chiste, desenfado y ligereza cómica, sin mengua de la dignidad del héroe.

La parte grotesca pónese a cargo del Sansón extremeño Diego García de Paredes, protagonista de otra comedia de Lope.

En una y otra se conservan los rasgos capitales de la verdadera fisonomía de aquel hercúleo soldado; pero no puede negarse que su fiereza y desgarro, sus continuos retos, provocaciones y pendencias, degeneran muchas veces en fanfarronada, siempre grata al populacho, y lindan con la caricatura, en la cual dio de bruces Cañizares al refundir esta comedia de Las Cuentas (…).

Las Cuentas del Gran Capitán , comedia que D. José de Cañizares compuso en los postreros años del siglo XVII, a los trece o catorce de su edad, según tradición consignada por el diligente historiador de los Hijos ilustres de Madrid, Álvarez Baena.

Tal precocidad, aunque tenga trazas de fabulosa, no sorprende del todo cuando se repara que esta comedia, lo mismo que otras de Cañizares, es un descarado plagio de Lope, de quien no sólo copia los lances, sino gran número de versos, pero estropeándolo todo con el pedestre y chocarrero gusto propio de su tiempo.

Así desfigura el carácter de Diego García de Paredes, convirtiéndole en un guapo o valentón de oficio, digno de ser cantado en romances de ciego, y le hace objeto de las burlas de un gracioso llamado Pelón. Así, en la escena de las cuentas, añade varias partidas que son otras tantas bufonadas indignas de ponerse en boca del Gran Capitán: diez mil ducados en guantes de ámbar para evitar la infección de los cadáveres; medio millón de aguardiente para emborrachar a las tropas antes de la batalla; ciento setenta mil ducados para reparar las campanas que se rajaron repicando en celebridad del triunfo.

Estas majaderías y otras que omitimos gustaron mucho, y la pieza de Cañizares suplantó fácilmente a la de Lope, conservándose en el teatro hasta principios del siglo XIX.

10.    Una comparación de los Descargos de “las Cuentas”.

Las Crónicas estudiadas coinciden en narrar, casi con las mismas palabras,  que Gonzalo “presentó un librillo con un título muy arrogante, con que puso silencio á los tesoreros y vergüenza al Rey y á todos mucha risa”, leyó dos (2) descargos, y fue interrumpido porque “entendida del Rey la argucia, mandó poner silencio al infame negocio”. 

 

Las dos comedias de título “Las Cuentas del Gran Capitán” desarrollan sus propios Descargos.

Pero el Museo de Artillería, en su impreso del siglo XIX, usa como primer descargo el de las Crónicas del siglo XVI, y después se inspira en los descargos de la comedia de José de Cañizares.

 Su gran innovación es la adaptación del último descargo, y esta es la versión que perdura en el siglo XIX en el cuadro que se expone en el Museo de Artillería, y ya el siglo XX en el Museo del Ejército:

Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino”.

Consideramos que la exposición pública de los cuadros con las míticas ‘Cuentas del Gran Capitán’, en los siglos XIX y XX, por parte del Museo de Artillería y posteriormente por el Museo del Ejército, es un motivo determinante de su divulgación y popularidad. 

“LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN”

COMEDIA DE LOPE DE VEGA, s. XVII (Síntesis)

 COMEDIA DE JOSÉ DE CAÑIZARES, s. XVIII (Síntesis)

REAL MUSEO DE ARTILLERÍA, s. XIX

CAPITÁN. Memoria de lo que tengo gastado en estas conquistas, que me cuestan sangre y sueño, y algunas canas también.

GONZALO. Memoria de lo gastado en conquistas, que me cuestan sangre, vigilias y sustos.

DESCARGO.

Primeramente se dieron a espías ciento y sesenta mil ducados.

Más cuarenta mil ducados de misas. A efeto de que sin Dios no puede haber buen suceso.

 

Más ochenta mil ducados de pólvora.

Más veinte mil y quinientos y sesenta y tres ducados, y cuatro reales y medio, que pagué a portes de cartas. Y en correos, que llevaban cada día a España infinitos pliegos.

Más de doce mil fueron a Granada y a otras partes; y aún era tan recio el tiempo, que se morían más postas que tienen las cuentas ceros.

 

 

Más de dar a sacristanes que las campanas tañeron por las vitorias que Dios fue servido concedernos, seis mil ducados y treinta y seis reales. Que fueron infinitas las vitorias, y andaban siempre tañendo.     

Más de limosnas a pobres soldados, curar enfermos, y llevarlos a caballo, treinta mil y cuatrocientos y cuarenta y seis escudos.

Dos millones en espías. Y es suma pequeña: por falta de espías suelen perderse grandes empresas: era menester pagarlas, para que después volvieran, que no dan las victorias, le van abriendo las sendas.

De pólvora y balas cien mil ducados. Sabed, que aprovechamos las mesmas, que nos tiró el enemigo; tantas y tan grandes eran, que si no, gastasen tantas, que no tiene el Rey hacienda para pagarlas.

En guantes de ámbar diez mil ducados. Pues después de una refriega, en que veinte o siete mil muertos en el Campo quedan, y encima de ellos nosotros, para evitar que nos diera una peste el mal olor, fue justa providencia darles guantes, y que ya no coman, que no olieran.

Ciento y setenta mil ducados en aderezos de campanas. Si cada día una victoria celebran del Rey, se dieron tal prisa los Sacristanes á hacerlas pedazos, que fue preciso renovar á las Iglesias las antiguas, y aun hacer para el caso algunas nuevas.

Para emborrachar a las Tropas el día de la pelea, medio millón de aguardiente. Prevención cuerda: ¿pues cómo quería usted, que la cara descubierta fueran á beber la muerte, porque un hombre se lo ordena, hombres comunes (que al noble es su honra el que le lleva) sino es estando borrachos que en su juicio no lo hicieran?

La cura de los heridos prisioneros de una guerra tan larga, millón y medio, y otros dos, porque nos diera Dios buena fortuna, en Misa, que sin Dios nada se acierta: tres millones en sufragios. Pues el que queda muerto, no basta que haya pasado con las miserias de Soldado, un Purgatorio en vida que es tan molesta.

Cien mil cuentos [millones]. De paciencia de que aguantar á que el Rey mande, que cuentas dé quien se precia tan desinteresado, que ha vendido sus preseas, su plata y su patrimonio, por sustentarle sin quejas sus Tropas, á quien no ha dado pagas, premios ni asistencias, y él sabe.

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las Armas Españolas.

Cien millones en picos, palas y azadones.

 

 

Cien mil ducados en pólvora y balas.

 

 

 

 

 

Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar á las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.

 

 

 

Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.

 

 

Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate.

 

 

 

 

 

 

 

 Millón y medio de ídem para mantener prisioneros y heridos.

Un millón en misas de gracias y Te-Deum al Todo-poderoso.

Tres millones en sufragios para los muertos.

 

Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías y…………

 

Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.

 

11.    Estadísticas del Descargo del Gran Capitán.

Mediante un histograma describimos cuáles fueron las partidas de descargo que Gonzalo anotó en su librillo.


Como entre ‘picos, palas y azadones’, y la ‘paciencia’, suma  el 96,72 % del Descargo, necesitamos representar  los datos mediante una escala logarítmica y ordenarlos por la Ley de Pareto. No hay duda de que la Segunda Campaña de Italia le salió barata al Rey Católico.


Et Vale.



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